jueves, 28 de octubre de 2010

ANSIEDAD COMO CONTROLAR

Hay estudios que demuestran que la combinación de la terapia cognitivo conductual junto con ciertos psicofármacos, tiene efectividad en aproximadamente el 80 ó 90 por ciento de las personas con trastornos de pánico. Generalmente se suele apreciar una significativa mejoría aproximadamente 6 a 8 semanas después de haber iniciado el tratamiento.

Como señala el neurólogo Marco Battaglia de la Universidad de San Raffaela de Milán, "psicología y biología están íntimamente ligadas". Battaglia y su equipo han hecho público este mes de febrero el descubrimiento de que al bloquear la acetilcolina, un neurotransmisor hasta ahora relacionado con enfermedades degenerativas como el Parkinson, podía conseguirse inmunizar temporalmente al paciente de ciertos síntomas como la sensación de ahogo que acompaña siempre al ataque de pánico. Sin embargo, estos fármacos concretamente, presentan una serie de efectos secundarios perjudiciales, que desaconsejan por completo su utilización, al menos hasta que su efectividad sea mayor que los efectos colaterales que llevan asociados.

Por otro lado, los psicofármacos que generalmente se utilizan en el tratamiento de los trastornos de ansiedad, aunque no son curativos en ningún caso, pueden ser efectivos para mitigar los síntomas de la ansiedad, lo cual a veces es imprescindible y en este sentido favorecer la curación.

Dentro de las técnicas conductuales, una de las más utilizadas para el tratamiento de los trastornos de ansiedad, es el entrenamiento en respiración diafragmática. Se trata de un tipo de respiración consistente en la realización de respiraciones lentas y profundas, que movilizan más el abdomen, haciendo trabajar más al diafragma y permitiendo así una mayor oxigenación en la parte inferior de los pulmones, pero que sobre todo aminora el exceso general de oxígeno provocado por la hiperventilación que las personas que sufren de ansiedad presentan frecuentemente. Cuando se produce la crisis de ansiedad, el organismo comienza a hiperventilar, es decir, a realizar una serie de respiraciones rápidas y superficiales, que permiten la entrada de pequeñas cantidades de aire, a la vez que grandes cantidades de oxígeno que pueden provocar taquicardias, mareos y otros síntomas, como cosquilleo en los miembros periféricos, manos o pies, etc.

Por otro lado, la terapia cognitivo conductual, pretende enseñar a los pacientes a interpretar los estímulos de forma diferente, es decir, a reaccionar de forma diferente en las situaciones y ante las sensaciones corporales que desatan los ataques de pánico y otros síntomas de ansiedad. Uno de los principales objetivos de la terapia cognitivo conductual, es enseñar al paciente a ver las situaciones de pánico de manera diferente, así como enseñarle distintos medios para reducir los síntomas de la ansiedad. Los pacientes aprenden a comprender la forma en que su manera de pensar contribuye a sus síntomas y cómo cambiar sus pensamientos para disminuir la posibilidad de que estos síntomas se repitan. Por ejemplo, alguien que durante el ataque de pánico manifiesta tener grandes mareos y teme o tiene la sensación de que se va a morir, puede recibir ayuda con la siguiente técnica: Se le pide al paciente que dé vueltas en un mismo lugar hasta que se maree. Esto hará que se familiarice con el síntoma del mareo, no asociado al ataque de pánico. Cuando sin embargo, el paciente esté ante una crisis comenzaría a pensar: "me voy a morir", sin embargo, habrá aprendido a reemplazar ese pensamiento incorrecto, por otro más apropiado como "no es mas que un pequeño mareo y puedo controlarlo".

Otra técnica que se usa en la terapia cognitivo conductual, conocida como desensibilización sistemática, consiste en exponer poco a poco a las personas a la situación temida a consecuencia del trastorno de pánico, hasta que lleguen a hacerse insensibles a ella. Cuando la crisis de pánico se desencadena más de una vez en un mismo lugar (por ejemplo en un gran almacén), en ocasiones ocurre que este sujeto desarrolla además, una fobia específica a ese lugar, es decir, es incapaz de entrar en cualquier gran almacén. En estos casos suele ser efectiva esta técnica, que básicamente consiste en la exposición gradual del paciente a la situación. Esta técnica debe ser guiada y dirigida por un especialista (psicólogo generalmente), que sepa exactamente cómo, en qué momento y en qué medida hay que exponer al sujeto a la situación.

Sin duda, lo peor que se puede hacer es intentar evitar esas situaciones en las que uno cree que podría suceder la crisis. Esa conducta podría llegar a producir lo que se llama agorafobia, que la podríamos definir como el miedo que se tiene a padecer una crisis de ansiedad o ataque de pánico en situaciones de indefensión, es decir, en aquellas situaciones en las que el sujeto se siente desprotegido por completo. Esto, no sólo no solucionaría el problema, sino que por el contrario lo acrecentaría.

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